Por ahí tomaré las uvas...
¡Hasta la vuelta, Feliz 2008!
La música clásica ha servido en numerosas ocasiones para ambientar escenas míticas del cine, así a vuela pluma y repasando mi colección de discos de bandas sonoras, me estoy acordando de películas como “2001, Odisea en el espacio” de Kubrick y la sorprendente obertura del Zaratustra y El Danubio Azul de Strauss que ilustran secuencias de la peli.
En “Memorias de África” aparece un concierto para oboe y orquesta de Mozart, que con el romanticismo de las escenas de la película, no es para menos y todo queda como que muy pastelero. “Muerte en Venecia” de Visconti, cuenta con una de las sinfonías de Gustav Mahler. Por supuesto, en “Amadeus” de Milos Forman suena todo el tiempo Mozart para ilustrarnos su propia vida y en “Excalibur” y todo eso de los caballeros del Rey Arturo, que todavía no sé si existieron o es leyenda como el monstruo del Lago Ness, suena a ratos Carmina Burana y Wagner. En “Apocalypse Now”, no es que pegue mucho, pero metieron “La cabalgata de las Walquirias” de Richard Wagner; y como no, “El bolero de Ravel” en aquella infame película de “La mujer perfecta” donde Bo Dereck se despendoleaba sobre su partenaire. En las pelis de Bergman la música ha tenido siempre una gran importancia, por ejemplo, en “El silencio” suena Bach.
En la española “Mar adentro” de Amenabar hay una escena en la que suena el Nessum dorma del Turandont de Puccini. Y no hablemos de las pelis del polaco Kieslowsky, en “Azul” la presencia de la música clásica es total, si bien, música contemporánea y maravillosa de Preisner. En “Misery” sonaba el “Claro de Luna” que también se acordarán aparecía en aquella película de Al Pacino y la Pfeiffer: “Franky y Jhonny”; en “La edad de la inocencia” pusieron la Marcha Radetzky de Strauss. Y les sonará en la memoria el aria “Casta Diva” en “Atlantic City” o la “Mamma Morta” de Andrea Chénier de en la película de “Philadelphia”, canción que siempre me hace llorar.
Ahora estaba recordando la genial secuencia de “El gran dictador” con la música de la Danza Húngara nº 5 de Brahms y a Bach en “Bagdad Café” y a Wagner y a muchos otros compositores en algún Woody Allen que ahora no podría identificar.
Tengo muchas bandas sonoras preferidas, entre ellas, destacaría dos, al compositor Michael Nymen en la peli “The cook, the thief, his wife and her lover” y la música clásica del barroco francés que suena en la peli francesa “Tous les matins du monde” donde se puede oír al siempre recomendable Jordi Savall interpretando piezas de Marais, Sainte y Couperin.
Hoy me pido ser etérea y a ratos visible e invisible de esa guisa, sólo que se me vean las botas de tacón, nada más, toda invisible. Etérea realidad que juega al ahora me ves ahora no me ves.
Ser carnal, no carnal, a ratos... ahora sí, y chass, ahora no. Tangible e intangible cuándo, dónde y con quién quiera.