Es un ensayo de la filósofa lesbiana y discípula de Derrida, Beatriz Preciado, que no dejará indiferente a nadie. Uno de esos libros que pegan un golpe a la puerta del cerebro para despertarlo.
Ella es profesora de Teoría del Género en la Universidad de París VIII y su libro ha sido aclamado por la crítica gala como una de las propuestas más influyentes de estos tiempos.
Llama patriarcas de la heterofilosofía a Nietzsche y Weiminger y proclama que la heterosexualidad es un régimen político que como práctica sexual utiliza el cuerpo reproductor (el femenino) que ha pertenecido tradicionalmente al pater familias, al estado y a Dios.
Presagia la desaparición de la heterosexualidad que entiende como un concepto económico dentro de las relaciones de producción y de intercambio basadas en el trabajo sexual, el trabajo de gestación y el trabajo de crianza y cuidado de los hijos y no remunerado por el estado a las mujeres.
Presagia, igualmente, una revolución pansexual y la disolución de la identidad sexual, desaparición que ya refirió Judith Butler en “Deshacer el género”.
Señala como códigos semiótico-técnicos de la feminidad actual:
“Mujercitas”, el coraje de las madres, la píldora, cóctel hipercargado de estrógenos y progesterona, el honor de las vírgenes; “La Bella durmiente”, la bulimia, el deseo de un hijo, la vergüenza de la desfloración; “La sirenita”, el silencio frente a la violación; “Cenicienta”, la inmoralidad última del aborto, los pastelitos, saber hacer una buena mamada, el Lexomil, la vergüenza de no haberlo hecho todavía; “Lo que el viento se llevó”, decir no cuando quieres decir sí, quedarse en casa, tener las manos pequeñas, los zapatitos de Audrey Hepburn, la codeína, el cuidado del cabello, la moda, decir sí cuando quieres decir no, la anorexia, el secreto de saber que quien te gusta realmente es tu amiga, el miedo a envejecer, la necesidad constante de estar a dieta, el imperativo de la belleza, la cleptomanía, la compasión, la cocina, la sensualidad desesperada de Marilyn Monroe, la manicura, no hacer ruido al pasar, no hacer ruido al comer, no hacer ruido; el algodón inmaculado y cancerígeno del Tampax, la certitud de la maternidad como lazo natural, no saber gritar, no saber pegar, no saber matar, no saber mucho de casi nada o saber mucho de todo pero poder afirmarlo, saber esperar, la elegancia discreta de lady Di, el Prozac, el miedo de ser una perra calentona, el Valium, la necesidad del string, saber contenerse, dejarse dar por el culo cuando hace falta, resignarse, la depilación justa del pubis, la depresión, la seda, las bolsitas de lavanda que huelen bien, la sonrisa, la modificación en vida del rostro liso de la juventud, el amor antes que el sexo, el cáncer de mama, ser una mantenida, que tu marido te deje por otra más joven...
Y como códigos semiótico-técnicos de la masculinidad:
Río Grande, el fútbol, Rocky, llevar los pantalones, saber dar una hostia cuando es necesario; Scarface, saber levantar la voz; Platoon, saber matar, los medios de comunicación, la úlcera de estómago, la precariedad de la paternidad como lazo natural, el buzo, el sudor, la guerra (aunque sea en versión televisiva); Bruce Willis, la Intifada, la velocidad, el terrorismo, el sexo por el sexo, que se le levante como a Rocco Siffredi, saber beber, ganar dinero, Omeoprazol, la ciudad, el bar, las putas, el boxeo, el garaje, la vergüenza de que no se te levante como a Rocco Siffredi, el Viagra, el cáncer de próstata, la nariz rota, la filosofía, la gastronomía, tener las manos sucias, Bruce Lee, pagar una pensión a tu ex mujer, la violencia doméstica, las películas de horror, el porno, el juego, las apuestas, los ministerios, el Gobierno, el Estado, la dirección de empresa, la charcutería, la pesca y la caza, las botas, la corbata, la barba de dos días, el alcohol, el infarto, la calvicie, la fórmula 1, el viaje a la Luna, la borrachera, colgarse, los relojes grandes, los callos en las manos, cerrar el ano, la camaradería, las carcajadas, la inteligencia, el saber enciclopédico, la obsesión sexual, el donjuanismo, la misoginia, ser un skin, los serial-killers, el heavy-metal, dejar a tu mujer por otra más joven, el miedo a que te den por el culo, no ver a tus hijos después del divorcio, las ganas que te den por el culo...
“Testo yonqui” – Beatriz Preciado, pág. 91 y 92
Espero que la joven filósofa, en la treintena, nos regale muchos ensayos. Disfruto con su forma de estar y ver el mundo.
Aquí un vídeo sobre su visión de la biopolítica y el biopoder.