02 septiembre, 2011

Infidelidad III – Emilia Pardo Bazán a Galdós

Ya hablé de una carta de la condesa de Pardo Bazán a Galdós, pues aquí va otra de aplastante sinceridad que no tiene desperdicio y reconoce, así por carta y directamente su infidelidad producto de “circunstancias imprevistas”.

Acabo de leer tu carta. Voy a sorprenderte algo diciéndote que adivinaba su contenido. Sé quien se enteró de todos esos detalles portugueses y comprendí a qué aludías al anunciarme un cargo grave. Apelas a mi sinceridad: debí manifestarla antes, pues ahora ya no merece este nombre: sea como quiera, ahora obedeceré a mi instinto procediendo con sinceridad absoluta. Mi infidelidad material no data de Oporto sino de Barcelona, en los últimos días del mes de mayo, tres después de tu marcha.

Perdona mi brutal franqueza. La hace más brutal al llegar tarde. Y no tener color de lealtad. Nada diré para excusarme, y sólo a título de explicación te diré que no me resolví a perder tu cariño confesando un error momentáneo de los sentidos fruto de circunstancias imprevistas. Eras mi felicidad y tuve miedo a quedarme sin ella. Creí yo que aquello sería para los dos culpables igualmente transitorio y accidental. Me equivoqué: me encontré seguida, apasionadamente querida, y contagiada. Sólo entonces me pareció que existía problema: sólo entonces empecé a dejarme llevar hacia donde –al parecer- me solicitaban fuerzas mayores, creyendo que allí llenaba yo mayor vacío y hacía mayor felicidad. Perdóname el agravio y el error, porque he visto que te hice mucho daño; a ti, que sólo mereces rosas y bienes, y que eres digno del amor de la misma Santa Teresa que resucitase.

Deseo pedirte de viva voz que me perdones, pues aunque ya lo has hecho, y repetidas veces, a mí me sirve de alivio el reconocer que te he faltado y sin disculpa ni razón. Hasta luego; no me lleves a mal nada de lo que en esta carta te escribo: la recibirás por la mañana (el jueves) y por la tarde podré desahogar un poco el corazón rogándote que no pierdas enteramente el cariño a la que te lo profesa santo y eterno

Esta infidelidad la recoge Emilia en su novela “Insolación” y en ella la atribuye al exceso de calor; Galdós refleja la experiencia en “La incógnita” y en “Realidad”. Y la Pardo Bazán le escribe diciéndole que se reconoce en la señora infiel que describe, y que “Válgame Dios, ni yo misma sé como he llegado a esto. Se ha hecho ello sólo (…) obra del sentimiento que todo lo añasca”.

No hay comentarios: