Érase una vez un ciempiés que bailaba estupendamente con sus cien pies. Cuando bailaba, todos los animales del bosque se reunían para verlo. Todos quedaban impresionados; pero había un sapo que no le gustaba ver bailar al ciempiés; pensaba... ¿Qué puedo hacer para que el ciempiés deje de bailar?. No podía decir simplemente que no le gustaba el baile. Tampoco que él mismo bailaba mejor; entonces concibió un plan: escribió una carta al ciempiés:
“Ah, inigualable ciempiés, soy un devoto admirador de tu maravillosa forma de bailar. Me encantaría aprender tu método. ¿Levantas primero el pie izquierdo número 88 y luego el pie derecho número 47? ¿O empiezas el baile levantado el pie izquierdo número 23 antes de levantar el pie derecho número 18?. Espero tu contestación con mucha ilusión"
Atentamente, el sapo
Cuando el ciempiés recibió la carta se puso a pensar en qué era lo que realmente hacía cuando bailaba. ¿Cuál era el primer pie que movía? ¿Y cuál era el siguiente?. El ciempiés no volvió a bailar jamás.
Cuento tomado de Jostein Gaarder, “El mundo de Sofía”, pág. 545
Moraleja: Eso pasa cuando las cualidades innatas, la intuición y la imaginación es ahogada por la reflexión y la razón.
2 comentarios:
Excelente! excelente tu cita, no la recordaba, debería releer ese libro no?
mis saludos cordiales a la Geisha!
Gracias, Lola. Compartimos el gusto por Sofía.
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