01 marzo, 2007

Sumisa sumisión sumisa

Yo misma
Recupero un comentario que ha dejado el Samurai errante de este jardín en la entrada de “Geisha espadachina”:
o
“Rodilla en tierra pongo mi espada Muramasa en tus blancas manos y la rindo a ti. Haz con ella lo que quieras. Te pertenezco. Iría al fin del mundo sólo por ver tu nuca desnuda”


Este escrito tan lírico, me ha recordado aquello de mi voluntad, mi vida, todo lo que soy, mi razón, mi sueño os pertenecen, os lo ofrezco sin condición ni rendición... Estos ofrecimientos tan arrebatadores me traen a la memoria una joyita de libro precursor del masoquismo: “La venus de las pieles” de Leopold Von Sacher-Masoch. Todo muy sumiso, muy de humillación de la voluntad propia como ofrenda a ella.

Un referente en la literatura de estas entregas tan conmovedoras es el contrato de “amor versus crueldad placentera” entre Sacher – Masoch y Wanda Von Dunajev. Lo escribe él haciéndose pasar por ella, de quien estaba mortalmente enamorado:

Esclavo mío,

las condiciones bajo las que os tomo como esclavo y os permito estar a mi lado son las siguientes:

Renuncia completa e incondicional a vuestro yo. No tendréis otra voluntad más que la mía. Seréis en mis manos un instrumento ciego, que cumplirá sin resistirse todas mis ordenes. Si olvidaseis que sois un esclavo y no me prestaseis incondicional obediencia en todas las cosas, tendré derecho a castigaros y a corregiros a mi gusto, sin que oséis quejaros de ello.
Todas las cosas amables y felices que os conceda son una gracia de mi parte y serán tomadas por vos, con agradecimiento, como tales; no tengo ninguna deuda, ningún deber con vos.
No seréis ni mi hijo, ni mi hermano, ni mi amigo, no seréis otra cosa que mi esclavo, que yace en el polvo.

Así como me pertenece vuestro cuerpo, así también me pertenece vuestra alma; y por mucho que sufráis habréis de subordinar vuestros sentimientos y vuestras emociones a mi dominio.
Me estará permitida la máxima crueldad, y si os mutilo, lo soportareis sin quejaros. Habréis de trabajar para mí como esclavo; y si yo nado en la abundancia y a vos os hago pasar miserias y os pisoteo, habréis de besar sin rechistar el pie que os pisa.

Podré despediros en cualquier momento, pero a vos nunca os será lícito marcharos de mi lado sin mi voluntad; y sí huyeseis, me concedéis el poder y el derecho de torturaros hasta la muerte con todos los tormentos imaginables. No tendréis nada fuera de mí, yo seré todo para vos, vuestra vida, vuestro futuro, vuestra felicidad, vuestra infelicidad, vuestro tormento y vuestro placer.

Me pertenecerá vuestro honor, igual que me pertenecen vuestra sangre y vuestro trabajo. Si algún día no podéis seguir soportando mi dominio y se os vuelven demasiado pesadas mis cadenas, entonces habréis de morir. Jamás os devolveré la libertad.

Me comprometo bajo palabra de honor en ser el esclavo de la señora Wanda Von Dunajev, tal como ella quiera, y a someterme sin resistencia a todo lo que me imponga.

Al final, Wanda se enamora de otro y queda anulado el contrato... Pero ella se queda viuda a los tres años y Leopold vuelve a la carga con otro segundo contrato de sometimiento y entrega a ella... pero esa ya es otra historia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Oyes ese golpeteo arrítmico de fondo en el silencio de tu jardín? No creas que es el sonido de los grandes tambores de la flota del Emperador cabalgando sobre la brisa que llega de la bahía, es mi corazón palpitando sobreestimulado tras el pectoral de la armadura laqueada Yoroi.
De nuevo tu gracia y tu intuición encontraron la diana.

Geisha dijo...

Gracias por tus palabras querido Samurai... Es raro que yo acierte en dianas